Por Ana Olivé y Francisco J. Machín
The Conversation
El océano Austral siempre ha sido un lugar de misterio y desafío. Desentrañar sus secretos requirió muchas expediciones, así como numerosas vidas perdidas. Las primeras exploraciones documentadas se remontan a las expediciones europeas de los siglos XV y XVI, cuando los grandes navegantes del momento –Bartolomeu Dias, Vasco da Gama, Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano– se aventuraron en estas aguas desconocidas y se enfrentaron a un clima extremo y a mares agitados.
El objetivo de estas expediciones no era la Antártida, sino encontrar nuevas rutas que conectaran a Portugal y España con las tierras recién descubiertas, o aún por descubrir, en América y Asia. Las primeras expediciones hacia la legendaria Terra Australis Incognita no se llevaron a cabo hasta un siglo después.
En 1598, una de las naves comandada por el neerlandés Jacob Mahu fue arrastrada hacia el sur del mar de Hoces, alcanzando la latitud 64º S. En respuesta a tal incursión, España mandó una flota capitaneada por Gabriel de Castilla en 1603, quien posiblemente avistó las islas Shetland del Sur, territorio que hoy consideramos parte de la Antártida.
Posteriormente, en 1772, el capitán James Cook se propuso encontrar dicho continente. Se estima que estuvo buscándolo durante tres años y llegó a alcanzar el círculo polar antártico, pero se rindió a tan solo 128 kilómetros de la costa. Tales expediciones incitaron a otros exploradores, pero tras décadas de intentos fallidos, la búsqueda de la Terra Australis Incognita fue considerada inalcanzable.
Ya en el siglo XIX, con pocos días o meses de diferencia, los exploradores Nathaniel Palmer, Fabien Gottlieb von Bellingshausen y Edward Bransfield fueron los primeros en confirmar la existencia del continente antártico. En reconocimiento a sus contribuciones, sus nombres forman parte de la toponimia de la península antártica como codescubridores oficiales.
¿Quién llegó primero?
Atribuir la primacía de haber pisado el continente Antártico es un tema controvertido debido a la falta de pruebas concluyentes y registros precisos verificables. Diversas investigaciones arqueológicas recientes han revelado que durante el siglo XIX, incluso posiblemente desde finales del siglo XVIII, varios grupos de cazadores llegaron a las islas Shetland del Sur en busca de pieles y aceites de animales, dejando tras de sí restos de campamentos y refugios abandonados.
Por otro lado, en septiembre de 1819, el buque de la Armada española San Telmo naufragó debido a una tormenta en el Cabo de Hornos y desapareció con 644 hombres a bordo. Se cree que los restos fueron descubiertos de manera inesperada el 16 de octubre del mismo año por el capitán británico William Smith cuando desembarcó en las Islas Shetland del Sur.
Aunque se reconoce a Smith como el primer hombre en poner un pie en la Antártida, existe la posibilidad de que los tripulantes del San Telmo llegaran primero y sobrevivieran en el continente por un tiempo. Esto llevó a la colocación de una placa conmemorativa en la isla Livingston en su honor.
Otro primer desembarque, reclamado pero no verificado, sería el de John Davis, cazador de focas y explorador, el 7 de febrero de 1821. Finalmente, el primer desembarco plenamente verificado y aceptado por todos los historiadores no se produjo hasta enero de 1895. Fue entonces cuando la expedición noruega liderada por Henryk Bull logró llegar a la Antártida.
La edad heroica de la exploración
A finales del siglo XIX comenzó la llamada Edad Heroica de la Exploración Antártica, que arrancó con la expedición organizada por los belgas en 1897 bajo la dirección de Adrien de Gerlache.
En 1901 se iniciaron varias expediciones científicas importantes, como la Expedición Antártica Sueca y la Expedición Antártica Británica, ya respaldadas tanto por gobiernos como por patrocinadores privados. Estas fueron lideradas por Erich von Drygalsky, Otto Nordenskjöld, Robert Falcon Scott, William Bruce y Jean-Baptiste Charcot –que representaron a Alemania, Suecia, Reino Unido, Escocia y Francia, respectivamente–. Estos nombres estaban destinados a formar parte de los exploradores más célebres de la Antártida.
Las expediciones desafiaron los peligros del hielo antártico, con barcos atrapados y hundidos, y tripulaciones que debieron sobrevivir meses, incluso años, a la deriva en condiciones extremas. El éxito científico de estas expediciones fue ampliamente reconocido, especialmente en los campos de la meteorología y geofísica, oceanografía, cartografía, geología, biología y paleontología. Todo ello marcó un avance sin precedentes en el conocimiento del sexto continente.
Uno de los grandes logros de esta era ocurrió el 14 de diciembre de 1911, cuando la expedición liderada por Roald Amundsen alcanzó el Polo Sur geográfico (latitud 90º S) por primera vez. Amundsen lo logró solamente 34 días antes que Scott, quien pereció poco después, lo que hizo considerar la expedición como un fracaso. Tal hito marcó un antes y un después en la exploración del continente más inhóspito del planeta.
¿Quién vive en la Antártida?
Actualmente la Antártida no tiene población nativa originaria o autóctona. La presencia humana se limita a las bases científicas, aunque cuenta con dos asentamientos civiles donde hasta la fecha han nacido once personas.
La primera base antártica fue establecida por los británicos en 1899, y con ella llegó la primera estación meteorológica en 1903. El 1 de diciembre de 1959 se firmó el Tratado Antártico, que regula la actividad humana en el continente con fines exclusivamente pacíficos y científicos. España se unió a este tratado el 31 de marzo de 1982, por lo que se comprometió a preservar este entorno único.
Hoy hay unas 45 bases que operan solo en verano y otras tantas permanentes todo el año, muchas situadas en la península antártica y las islas Shetland del Sur. España tiene dos bases de verano en estas islas, inauguradas en 1988 y 1989. Además, también cuenta con un campamento temporal de carácter internacional durante los meses de verano.
La importancia del océano Austral
Este océano, dominado por la corriente Circumpolar Antártica, alberga grandes extensiones de hielo marino que varían con las estaciones.
Su biodiversidad, adaptada al frío, incluye krill, pingüinos, focas y ballenas, y desempeña un papel fundamental en la regulación del clima global, al absorber un 40 % del dióxido de carbono absorbido por todos los océanos a pesar de representar un 20 % de la superficie oceánica global. Además, la dinámica de las plataformas de hielo y el hielo continental en la región tiene implicaciones cruciales para el nivel del mar.
El océano Austral ha sido escenario de una fascinante historia de exploración y descubrimiento. Desde las primeras expediciones hasta los esfuerzos científicos modernos este vasto y remoto océano, continúa siendo un desafío para la investigación y la preservación de su ecosistema único. Protegerlo depende del resto del planeta
Fuente: The Conversation
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Alberto T. (sábado, 21 diciembre 2024 01:04)
El Tratado Antártico que se cita en este artículo dice literalmente en su primer artículo:
"La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos"
¡Ojala fuera extensible para toda la Tierra!
Saludos!
E. Cárdenas (sábado, 21 diciembre 2024 12:29)
Interesante información.