Por Aleida Rueda/ Scidev.net
El impacto ambiental que dejaron más de dos décadas de extracción de petróleo en el Parque Nacional Yasuní fue, en promedio, 75 por ciento más alto que el del resto de pozos petroleros en Ecuador.
Así lo revela un estudio que pone en evidencia la inconveniencia de que el Estado ecuatoriano siga extrayendo petróleo en esa zona.
Irónicamente, la publicación del estudio coincide con el vencimiento del plazo que tenía el gobierno de Daniel Noboa para realizar el cierre progresivo y ordenado de la extracción petrolera en el bloque 43 del Yasuní, resultado de la histórica consulta popular que se llevó a cabo en agosto de 2023.
Sin embargo, las comunidades del Yasuní acusan que el gobierno no sólo no ha cumplido con el mandato popular, sino que lo ha aplazado para los próximos cinco años.
Ubicado en la Amazonía de ese país, el Parque es uno de los lugares más biodiversos del mundo. Allí, la compañía española Repsol extrajo crudo en los bloques 16 y 67 desde los años noventa.
El estudio analizó 18 indicadores ambientales para calcular la huella ecológica de la extracción de petróleo. Los daños más graves fueron la acidificación del suelo, la ecotoxicidad terrestre, la reducción de la salud humana y la pérdida de calidad en el ecosistema.
Además, las emisiones de carbono procedentes de la extracción de crudo en estos bloques aumentaron un 139 por ciento en 24 años, pasando de 0,54 a 1,29 kg de dióxido de carbono equivalente por cada kilogramo de crudo.
Uno de los resultados más importantes del estudio es que de 1999 a 2022 la tasa de retorno energético que tuvo la explotación en estos bloques disminuyó drásticamente, pues pasó del 33.52 al 3.77.
"Esto nos indica que se invirtió cada vez más energía en obtener cada vez menos petróleo, dando como resultado un modelo insostenible”, explica a SciDev.Net Jacid Montoya Torres, autor principal del estudio, quien lo desarrolló como parte de su doctorado en la Universidad del País Vasco, en España.
En el artículo, que será publicado en la edición impresa de noviembre de Science of the Total Environment, los autores destacan que en 24 años de explotación de los dos bloques se extrajeron 317.048.000 barriles de petróleo, lo que generó una facturación total de € 21.665,62 millones (casi US$ 24 millones).
Sin embargo, las ganancias económicas de esta extracción no beneficiaron a Ecuador ya que el país sólo recibió el 21 por ciento de las ventas del petróleo, mientras que el gobierno español y la petrolera se quedaron con el resto, concluyen. “El 79 por ciento de los ingresos se quedaron en el norte global”, afirma Montoya.
El investigador describe la situación como “un modelo neocolonialista”, porque “hay un norte global que consume y demanda este producto, y un sur global que se está quedando con una porción de ganancia llamativamente inferior, pero con impactos ambientales muy graves especialmente para las comunidades Waorani, quienes habitan ese territorio”.
Norma Nenquimo pertenece a una de estas comunidades indígenas, constituidas por 3,500 waorani aproximadamente, que habitan la Reserva de la Biósfera Yasuní y que han visto las consecuencias de la explotación petrolera.
“Nosotros somos los dueños del territorio, vivimos aquí milenariamente, pero no somos los beneficiados de la extracción de petróleo”, dice a SciDev.Net Nenquimo, quien también es la vicepresidenta de la Nacionalidad Waorani del Ecuador (NAWE).
“Estamos en la misma miseria. Miseria de educación, economía, salud. Tenemos riqueza en biodiversidad, pero estamos en uno de los territorios más pobres del mundo”, añade.
Beneficios que generaron destrucción
A pesar de que desde los años 90 la llegada de Repsol prometió desarrollo y beneficios económicos para el pueblo Waorani, hoy estas comunidades reconocen que la explotación de su territorio dejó poco dinero y cero desarrollo. “Ese beneficio no era beneficio, más bien era destrucción”, dice Nenquimo.
Carlos Larrea, investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar en Ecuador y coautor del estudio, explica que parte de los problemas sociales se iniciaron cuando Repsol entregó armas de fuego a algunas comunidades Waorani para la caza.
“Era un pueblo tradicional que cazaba solo para la subsistencia de la familia, pero de pronto comenzaron a cazar en gran escala con armas modernas, lo que constituyó un mercado ilegal de carne de monte y eso produjo una enorme pérdida de biodiversidad”, afirma Larrea.
Hoy, cada vez es más difícil encontrar algunas especies que durante mucho tiempo fueron la fuente de subsistencia de los waorani, como el pecarí de collar (Tayassu tajacu), el Pecarí Labiado (Tayassu pecari) o la danta (Tapirus pinchaque).
El profesor de la Universidad San Francisco de Quito, Diego Cisneros Heredia, especialista en analizar impactos humanos en los ecosistemas, quien no participó en el estudio, explica que la relación entre las comunidades, la petrolera, el gobierno, y otros actores, no puede verse de forma simplista, de buenos contra malos.
“No es tan bidimensional. Las petroleras sí jugaron un papel importante, pero también hablamos de comunidades con necesidades inmensas, en espirales de pobreza gigantescos, que tenían sus propias presiones y dinámicas”, dice Cisneros.
Para el académico, a veces se espera que las tradiciones y la cultura de los pueblos ancestrales queden intactas, pero cuando ocurren procesos de integración, como los que propició la llegada de la petrolera, muchos aspectos de su identidad y sus dinámicas se redefinen. “No es algo bueno o malo, es un proceso social complejo”, afirma.
“El dinero fácil destruyó los hogares”, asegura Nenquimo. “Nuestros ancestros luchaban por su tierra, el vínculo familiar era fuerte, tenían a los niños sanos, a las mujeres sanas, pero actualmente ha cambiado bastante socialmente. No estamos bien, hay mucha violencia, violencia física, psicológica, vicaria, todos los tipos de violencia”.
En el estudio también reportan un aumento del alcoholismo entre los waorani. “Tenemos un índice muy alto de alcohol, y ha traído violencia intrafamiliar y suicidio. Eso es clarísimo, dentro del hogar está pasando algo”, confirma Nenquimo.
A pesar de ello, las mujeres Waorani están cada vez más organizadas y trabajan para crear nuevas formas de dar sustento a las familias a través de la elaboración de artesanías y la siembra de cacao.
La deuda de cerrar los pozos
Una característica del petróleo del bloque 16 del Yasuní es que es denso, pegajoso y muy mezclado con agua. De acuerdo con Larrea, es un crudo con alto contenido de azufre que es muy difícil de extraer por lo que se requiere mucha inversión y tecnología.
Esto fue la causa de que Repsol dejara el país en 2021. De los 50 mil barriles de crudo que la empresa extraía diariamente en la década de los 90, terminaron siendo 15 mil. “Al final, por cada diez barriles que se sacaban, nueve eran de agua y uno de petróleo. Eso aumentaba mucho los costos”, explica Larrea.
Repsol dejó el Yasuní, pero sin cerrar un solo pozo. “PetroEcuador recibió un campo prácticamente exhausto con la responsabilidad de cerrar algo que ellos no extrajeron, y cuyas ganancias tampoco se quedaron en el país”, dice Larrea.
Cerrar un pozo correctamente significa poner cemento en varios segmentos del ducto para evitar que el petróleo vuelva a salir de la superficie. Sin embargo, las compañías en vez de cerrarlos, los tapan, lo que implica que el petróleo siga fluyendo y vuelva a la superficie. También el agua que tiene altas concentraciones de metales pesados emerge a la superficie y envenena a los animales que la beben.
“En el bloque 43 y 16, el río está totalmente contaminado (…) tampoco podemos comer nada de los pozos, las aves, los peces, los árboles se contaminan porque beben esa agua, entonces ¿de dónde vamos a comer? Al final son las consecuencias de haber permitido que la empresa siga operando y abriendo más plataformas”, dice Nanquimo.
El reclamo waorani es que cierren los pozos adecuadamente y que los involucren en ese proceso. “Nosotros también queremos ser parte de esa formación técnica, que trabajemos en conjunto para que podamos ver si realmente están cerrando el pozo petrolero. Sabemos que adentro hay gas, hay agua, y eso tiene una presión, no imaginamos cuánto daño puede hacer”, dice la líder waorani.
Notas:
SciDev.Net contactó en repetidas oportunidades a Repsol para conocer su posicionamiento, pero hasta el cierre de la edición no hubo respuesta.
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net.
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Laura Gómez (domingo, 20 octubre 2024 12:08)
¡Qué vergüenza!