Por Mariano Belenguer
Con frecuencia y cuando interesa sale a la palestra el debate socioeconómico de la despoblación del mundo rural. Lo que ahora se denomina la “España vaciada”. Aunque con una nueva denominación, este problema se arrastra desde hace muchos años. Es el gran desastre del abandono de la población rural, la España despoblada que se decía antes, y que ya denunciaba nuestro recordado Labordeta en una entrañable balada sobre Aragón: “Quien te cerrará los ojos”
Al aire van los recuerdos
y a los ríos las nostalgias
A los barrancos hirientes
van las piedras de tus casas.
¿Quién te cerrará los ojos
tierra, cuando estés callada?
En los muros crece yedra
y en las plazas no hay solanas,
contra la lluvia y el viento
se golpean las ventanas.
Sólo quedan cementerios
con las tumbas amorradas,
a una tierra, que los muertos
siguen teniendo por suya.
Estas son las estrofas de una triste canción que hacía y hace saltar las lágrimas no solo a los aragoneses, sino a cualquier persona con cierta sensibilidad.
Y es que las cifras son para llorar. En el país tenemos alrededor de 3000 pueblos abandonados, muchos desde hace años y con su patrimonio cultural y arquitectónico totalmente destrozado.
Este problema, que ya se puso de manifiesto en los años 60 y 70, sigue acentuándose después de décadas de abandono y soluciones fallidas. Los datos son ostensibles y lamentables. La población española ha aumentado un 36% desde al año 1975 y ha pasado de tener 32,2 millones de habitantes a casi 47 millones. Sin embargo, en todos estos años la emigración del mundo rural a las grandes ciudades ha sido una constante. A los 3000 pueblos totalmente abandonados, que llevan con sus ojos cerrados hace años, hay que añadir otros datos patéticos.
En el país hay 8.131 municipios según el INE. De ellos, casi 5000, tienen menos de mil habitantes empadronados y de ellos, 3.972 subsisten con menos de 500. El problema afecta a casi todo el país pero hay algunas comunidades y provincias especialmente afectadas. En las provincias de Soria, Salamanca, Burgos, por poner algunos ejemplos, los pueblos con menos de 500 habitantes son entre el 80 y el 90 % del total. El ritmo de habitantes rurales que emigran de los pueblos cada año ronda los 60.000.
Las “infradotadas” mentes bien pensantes, -o tal vez interesadas y poco éticas- que desde el mundo económico y político han abandonado durante décadas el tema, han generado situaciones tan extrafalarias como la venta de pueblos completos a capitales extranjeros. ¡Ya está, solucionado!, ¡turismo rural!; en lugar de conservar el patrimonio y dotar de infraestructuras al campo, lo vendemos.
No hay más que “bichear” algo por internet para ver el movimiento de compraventa de casas, aldeas y pueblos completos abandonados o semiabandonados a bajo precio. Una práctica que se viene haciendo desde hace décadas y que suele pasar desapercibida.
Pueblos abandonados o semiabandonados de la comarca de Ribagorza en la provincia de Huesca. Fotos: M. Belenguer
La solución perfecta: turismo, turismo y más turismo. Dónde había una cuadra con ganado y un granero ahora tenemos un hotel rural para el relax de los urbanitas. No digo que esto bien administrado no sea una solución, o al menos parte de la solución, pero no en exclusividad. El turismo rural que se puso de moda en los años 80 ha salvado muchas comarcas del abandono, pero la España vaciada no se puede llenar de turistas durante un mes, igual que los centros de las ciudades no deben convertirse en parques temáticos.
Los “pueblerinos y aldeanos”, (y no utilizo el término de forma despectiva, como muchos hacen, sino todo lo contrario, de forma literal y digna: habitantes de los pueblos y las aldeas) no se marcharon ni se marchan por gusto. Se fueron porque les echaron e inundaron su aldeas con pantanos y les siguen echando porque les han ido eliminando servicios desde hace muchos lustros: médicos, farmacéuticos, colegios, cajeros...
Pero… ¿qué otra solución hay?
Hace cuatro años un veterano periodista del diario El País, Pablo Ordaz, escribió un interesante reportaje titulado El pueblo de los refugiados. Hablaba de Sutera, un municipio de Sicilia condenado a despoblarse que ha rejuvenecido gracias a la llegada de emigrantes. Está integrado hoy dentro del Programa Interior de Asilo (SPRAR) de Italia considerado por la ONU un sistema a la vanguardia de Europa.
No hace mucho saltó a los medios de comunicación el desastre de los incendios en el campamento de Moria, en la isla de Lesbos. El tema afecta a 13.000 emigrantes, hacinados, maltratados, desnutridos y desatendidos por una Europa irreconocible gobernada por desaprensivos.
Me pregunto cuántas vacas, corderos, gallinas, cerdos, semillas, tierras de cultivos y paneles solares costaría, por ejemplo, instalarlos y dotarlos de una mínima infraestructua en España para repoblar el campo e integrarse en los pueblos semiabandonados. Tocarían a 4 emigrantes por pueblo, sí solo 4 . Dividan 13000 por los 3972 pueblos con menos de 500 habitantes. Y ya no cuento con los pueblos deshabitados. En la España vaciada cabrían muchas personas más que las hacinadas en varios campamentos como Moria. Recuperarían nuestros pueblos y aldeas, sencillamente rejuvenecerían y ayudarían a su supervivencia y recuperación.
San Esteban del Mall, comarca de Ribagorza en el Altoaragón. Foto: M.Belenguer
Pero para los que hacen otras cuentas tal vez interese más dejar que estos municipios se vacíen en los próximos años para venderlos a “emprendedores” extranjeros y nacionales que instalen hoteles para el relajo de turistas “ciudadanos”. Total, las vacas, los corderos y las gallinas están en bandejas en los hipermercados.
Lo que necesitamos, según ellos, son turistas, turistas y más turistas, ¡para eso somos la taberna de Europa!, ahora por cierto, cerrada por el Covid 19. Tal vez esta penosa pandemia enseñe a los gobernantes a que hay que cambiar el modelo de desarrollo. Un país no puede fundamentar su riqueza en la cultura del ocio, el turismo y el consumo. Pero esto es otro tema…
Nota:
Dedicado a Rosario, natural de Poleñino (Huesca) pueblo de 256 habitantes. Fallecida en Huesca capital, el día 7/10/2020
Escribir comentario
Gabriela Tejeda (viernes, 09 octubre 2020 17:51)
Resulta increíble pensar en lo que trae a colación las distancias geográficas. Al otro lado del planeta son otras las realidades del campo. A la altura de la línea ecuatorial, las poblaciones rurales, por la falta de recursos, políticas públicas que no benefician al sector, se convierten en pueblos abandonados que sobreviven con humildad y grandeza solidaria.
En todo caso, resulta que por decisiones de gobiernos retrógrados, muchos pueblos con magia ancestral están olvidados. Están muriendo.
Luis T. Rodríquez (sábado, 17 octubre 2020 20:44)
Interesante artículo. Desde luego hay que cambiar el modelo de desarrollo y el sistema. Vamos desencaminados.
Toñi Alcántara (jueves, 19 noviembre 2020 09:43)
Muy buen artículo, y me encanta que hayas intercalado la tan entrañable canción de Labordeta entre el texto. Saludos