Por Javier Domínguez Reguero/ elDiario.es
“Una geoda es una cavidad en una roca tapizada de cristales”. Así describe Milagros Carretero lo que es una geoda. Y en la localidad de Pulpí, en la zona noreste de Almería se encuentra la más grande de Europa. Tomando la definición de la geóloga y responsable de la Geoda de Pulpí, ella rebatiría el enunciado. “Según lo que me enseñaron en la carrera, realmente esta es la más grande que hay a nivel mundial”. Milagros tira para casa, pero no resta ni un ápice de valor a la geoda de Naica, en el estado mexicano de Chihuahua. “Es impresionante, pero es más bien una cueva con cristales de hasta 15 metros de alto. ¡Espectacular!”
Pulpí se encuentra en el límite con la comunidad autónoma de la Región de Murcia. Es una zona costera con playas y calas tranquilas. Ahora, gracias a la singularidad de la geoda, el municipio cuenta con una alternativa turística para todos los públicos, además de los aficionados a la geología. Enclavada en la Sierra del Aguilón, el espacio cumple un año de su apertura y alrededor de 50.000 curiosos la han visitado, Covid-19 mediante.
“Fue una experiencia maravillosa. He visitado minas y cuevas, pero nada tan impresionante como la geoda de Pulpí. Sólo puedo decir que nadie debería perderse esta visita y debería ser obligatoria para estudiantes”, dice Emilia Fraga, que acudió el espacio al poco de su apertura.
Las entrañas
Desde su reapertura tras el confinamiento cuesta trabajo pillar sitio para disfrutar de esta experiencia. El horario es de 9:00 a 20:30 y la entrada general tiene un coste de 22€. El espacio se ha adaptado a la nueva normalidad con un protocolo de higiene que garantiza una visita segura. Además, se han disminuido los grupos a 7 personas excepto si pertenecen al mismo núcleo familiar, que asciende a un máximo de 10.
La visita tiene una duración de 90 minutos y es imprescindible el uso de calzado cerrado. Nada de acercarse en sandalias o chanclas. “Contemplar la geoda es el “colofón” a un recorrido por la Mina Rica del Pilar de Jaravía en la que la temperatura se mantiene a unos 19ºC. Los guías hilvanan explicaciones geológicas y mineras en su paso por otras geodas de menor tamaño y por las distintas galerías que se disponen en cuatro niveles de explotación. Desde la entrada a la geoda hay 45 metros de desnivel y un total de 162 escalones para bajar. ¡Y para subir! Recientemente se ha colocado un ascensor, pero sólo desciende al nivel dos. “Para llegar a la geoda hay 80 escalones que no te los quita nadie”, dice Milagros.
Una vez se llega a la geoda las reacciones son múltiples. “Hay gente que se queda sin palabras y otros sueltan alguna malsonante. Algunos sonríen de oreja a oreja y hay quien sale llorando como una magdalena”.
Patrimonio geológico y minero
La Geoda de Pulpí está tapizada por cristales de yeso: “Son muy puros”, resalta Milagros. “Se puede leer un libro a través de ellos”. Tiene unas dimensiones de 8 metros de largo, 2 de ancho y 2 de alto. La formación de la geoda es un fenómeno muy antiguo. Se formó por disolución de una dolomía (por karstificación). Al encontrarse en una zona de vulcanismo, la cavidad que quedó se fue rellenando de fluidos calientes ricos en minerales que, con el tiempo y las condiciones adecuadas, dieron lugar a los cristales tan espectaculares que hoy podemos ver.
Este fenómeno de la naturaleza se llevó mucho tiempo olvidado. Lo que hoy es una “experiencia iniciática”, según el escritor Javier Sierra, fue descubierta por unos miembros del Grupo Mineralogista de Madrid en 1999. Es imposible conocer la edad de su formación aunque la han datado entre 60.000 y 2 millones de años, un abanico demasiado amplio. En la actualidad, la Universidad de Almería controla el estado de la geoda a través de un sistema de monitorización que arroja datos como los de la temperatura, de humedad relativa o de dióxido de carbono.
A pesar de que es un lugar visitable, su conservación es lo que prevalece. Por ello se ha creado un punto de observación no invasivo que no daña ni su estructura ni su entorno natural. Desde la organización son conscientes de que la explotación turística de la mina favorece el desarrollo económico de Pulpí, pero su uso público tiene que ser compatible con la conservación de esta joya geológica mundial.
No es una cueva
La pandemia pilló al equipo de la geoda en obras. Junto con la instalación del ascensor, se ha acondicionado una de las galerías “más entrañables”, la de Colas de Golondrina. Milagros explica que el nombre dado por la forma de los cristales que tiene en el techo. “Es pequeñita, no llega a 100 metros y es de 1.80 metros de alto. Tiene un entibado muy peculiar con firmas de mineros y fechas grabadas y cristales de yeso que ellos mismos pusieron”.
La galería se ha recuperado para mostrar el trabajo realizado por los mineros que picaron allí a principios del siglo pasado. “Esto un trabajo del hombre aunque la geoda sea fruto de la naturaleza”, dice Milagros que ensalza el “rinconcito” en homenaje a los trabajadores de la mina. Este incluye utensilios, botellas de vino y de cerveza, lastas de conserva y más recuerdos. “Si los mineros no llegan a vaciar esa montaña no estaríamos disfrutando la geoda a hoy en día”.
Pulpí suma, gracias a este rico patrimonio geológico, otro motivo más para su visita. En su primer año en funcionamiento, Milagros se siente satisfecha y busca transmitir su entusiasmo por liderar un proyecto que ha puesto al municipio en los listados de destinos para el verano. “Ha sido emocionante, intenso… no sabía cómo definirlo porque han pasado tantas cosas”, dice la responsable del espacio que resalta las ganas de trabajar y la respuesta de los visitantes. “La gente se va encantada”.
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