Por Paloma Nuche/ Greenpeace
Un millón de especies están al borde de la extinción, el peor dato de la historia. Esta es la aterradora conclusión del último informe del panel internacional de expertos en biodiversidad y servicios ecosistémicos de la ONU, IPBES (el equivalente al IPCC para cambio climático).
Este estudio, el primero de estas características en 14 años, aporta una visión clara del estado de nuestro planeta y su capacidad para seguir proporcionando a la sociedad todo lo que necesita. Nos encontramos frente a una pérdida de biodiversidad mundial sin precedentes debido al impacto humano, que debemos revertir antes de que suponga una amenaza para nuestra propia supervivencia.
Los cambios de usos del suelo, la explotación de organismos, el cambio climático y los elevados niveles de consumo se han incrementado en los últimos años hasta niveles sin precedentes, impactando gravemente la mayor parte de los mares y el suelo. Estamos deforestando los bosques, los manglares, destruyendo los arrecifes de coral, los océanos, contaminando los ríos…
La destrucción de la naturaleza es un reto tan importante como lo es el cambio climático, pero estamos hablando de ello mucho menos. Vivamos donde vivamos, todos dependemos de la naturaleza para obtener comida, agua y aire limpios, buena salud, bienestar mental, así como sentimiento de identidad y comunidad. Todo eso está ahora en riesgo.
Sin insectos no hay comida
En el más reciente estudio científico se concluye que las poblaciones del 41% de las especies de insectos están en declive y una tercera parte está en peligro de extinción. La humanidad depende de los insectos para sobrevivir por varios motivos. Por un lado 87 de los principales cultivos a nivel mundial (un 75%) dependen de insectos y otros animales polinizadores. Además, los insectos predadores, como las arañas, controlan las poblaciones de otros insectos evitando plagas en nuestros cultivos. Y los insectos del suelo realizan el reciclado de nutrientes necesario para poder, precisamente, producir cultivos.
Sin embargo, estos maravillosos habitantes del planeta están amenazados, entre otros factores por la agricultura industrial que destruye sus hábitats, utiliza de forma masiva pesticidas y fertilizantes sintéticos y expande el monocultivo. La solución pasa por la agricultura ecológica y de pequeña escala. Además, los insectos están en la base de la cadena trófica terrestre, son uno de los soportes de la vida en la Tierra.
Sin coral aumentan las inundaciones
Los ecosistemas costeros, como los arrecifes de coral o las barreras de posidonia oceánica, protegen la costa de las subidas del nivel del mar. La minería, la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático están destruyendo estos ecosistemas, aumentando el impacto de las inundaciones.
Un estudio demostró cómo, en las zonas donde la barrera coralina de Sri Lanka estaba bien conservada, la ola provocada por el tsunami de 2004 no fue tan grande ni supuso daños personales, como sí lo hizo en aquellas zonas de la isla donde la barrera de coral había sido explotada por el ser humano.
Por otro lado, una quinta parte de los manglares del mundo se han destruido desde los años 80 y un tercio de los humedales desde los 70. Esto es tres veces la tasa de destrucción de los bosques.
Sin krill aumenta el CO2
El 66% de los mares están gravemente alterados por el impacto humano y el número de especies marinas y su abundancia está en declive. Un organismo clave para el mantenimiento del ecosistema marino es el krill, muy amenazado por la industria pesquera y el cambio climático y que, paradójicamente, contribuye a amortiguar el incremento de CO2 atmosférico, almacenándolo en el fondo marino.
El CO2 atmosférico es captado por las algas unicelulares de la superficie de los mares de las que el krill se alimenta y sus defecaciones sedimentan en el fondo marino, llevando consigo el CO2 atmosférico captado y actuando como un sumidero de carbono. El krill se encuentra en todos los mares y océanos del mundo y es el organismo oceánico con mayor masa, por lo que la capacidad de almacenar CO2 atmosférico es enorme.
Desde Greenpeace se califica esta situación como crítica. Se necesitan acciones urgentes para proteger bosques y océanos del mundo, así como un cambio radical en los sistemas de producción y de consumo. Se insta a los gobiernos a que se comprometan con la pérdida de biodiversidad, que sigan la recomendaciones de estos expertos e implementen políticas que reviertan esta tendencia antes de que sea demasiado tarde.
Escribir comentario