Por Mónica G. Salomone/SINC
El libro La vuelta al mundo en 72 días y otros escritos de la periodista estadounidense Nellie Bly muestra el empuje y seguridad en sí misma de una joven que luchó contra los estereotipos. Bly dio la vuelta al mundo, narró las desigualdades en el trato a las mujeres, describió la vida de las obreras y apoyó el voto femenino. Algunas de sus manifestaciones no pasarían el filtro del feminismo actual, pero hay que leer sus crónicas con la perspectiva de la época.
A veces ocurre que se abre un libro manteniendo una sana reserva pero al cabo de pocas páginas la mirada se levanta y empieza a escudriñar a fondo la portada, la contra, las solapas, ese prólogo impacientemente saltado… mientras se piensa: “Pero ¿quién escribe esto?”. La vuelta al mundo en 72 días y otros escritos, de Nellie Bly, produce ese efecto. Si el valor de un libro se mide por la cantidad y variedad de pensamientos que provoca, este vale su peso en tierras raras.
La obra es una reedición de los textos de mayor impacto de la periodista estadounidense Nellie Bly (1864-1922), convenientemente contextualizados por Jean Marie Lutes, profesora en la Universidad Villanova (Pensilvania, EEUU) y experta en periodismo y estudios de género.
El libro de esta gran viajera consigue que se admire el empuje y seguridad en sí misma de una joven en luchó contra los estereotipos, asombrarse por lo mucho y lo poco que ha cambiado el mundo, y pensar en el feminismo y su evolución.
En un registro menos serio, recuerda a los libros de Tintín, y no solo porque el mundo que se dibuja en ese cómic coincide más o menos con el que describe Bly en su viaje. Ya se sabe que si se revisita de adulto el personaje creado por Hergé en 1930 enseguida se encuentran viñetas racistas, machistas o de maltrato animal, que no vimos de niños. Del mismo modo, leer a Bly vuelve conspicuos los rasgos machistas de la sociedad actual, que tampoco veíamos de niños y seguimos sin ver ahora, de tan profundamente inscritos como están en nuestras mentes del siglo XXI.
Leer a Bly vuelve conspicuos los rasgos machistas de la sociedad actual, que tampoco veíamos de niños y seguimos sin ver ahora
Una mirada feminista muy particular
Bly fue feminista, sí. Luchó por conseguir, y consiguió, gran prestigio como periodista que narró las desigualdades en el trato a las mujeres: se hizo pasar por loca para denunciar los horrores de un psiquiátrico femenino, describió la vida de las obreras estadounidenses, entrevistó y mostró su apoyo a las defensoras del voto femenino, recabó opiniones sobre si debería permitirse a las mujeres pedir la mano. Pero también decía cosas que provocarían instantáneamente la náusea a cualquier feminista contemporánea.
“Es una mujer femenina, qué mejor halago se le puede hacer. Es firme e inteligente, sin resultar masculina, y delicada y femenina sin resultar frívola. Es el ideal de belleza de una mujer con cerebro”, escribe para describir a Belva Lockwood, candidata a la presidencia de EE UU en una época en que las mujeres no podían votar. También asegura que, dado el importante papel de la mujer en la familia, la mujer es “la presidenta del hogar”, y dado que cada vez mujeres trabajan fuera y se ganan el sustento, ha llegado el momento de que se permita a las mujeres pedir la mano de un hombre.
Pero esas frases, ¿no aumentan en realidad el mérito de la labor de Bly? Se diría que sí. Sus expresiones recuerdan su contexto, su mundo de corsés, guantes y damas respetables; y si nosotros, más de un siglo después, sufrimos nuestro propio sesgo inconsciente de género, ¿cómo no lo iba a sufrir ella? Aun así, quien lee puede sentirse como cuando camina a buen ritmo por una acera y de repente mete el pie en un bache. A lo largo del libro es fácil pasar, en pocas páginas, de adorar a Bly a casi todo lo contrario.
El mismo fenómeno se da al pensar en Bly como periodista. ¿Es buen periodismo lo que ella hace? Su mirada, capaz de ver lo que muchos otros pasan por alto, sin duda es la marca de un buen reportero. Pero ¿se puede ser buen periodista y recorrer el mundo fijándose en poco más que en la calidad de los camarotes y los modales del servicio? ¿Es eso más o menos grave que cuando los corresponsales actuales construyen crónicas con comentarios de taxistas de los países que visitan?
Leer a Nellie Bly es entretenido y nutritivo a cualquier hora y en cualquier lugar. Luego habrá que sacar rato para seguir pensando. La autora del prólogo, la crítica literaria estadounidense Maureen Corrigan, lo expresa acertadamente, ya que tras leer a Bly sigue dándole vueltas a “cómo una adolescente pobre y con escasa formación (...) encontró la valentía necesaria para convertirse en una periodista que ayudó a cambiar el mundo escribiendo sobre él”.
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