Por Alejandro García Vizcaya
Decir "Norte" es decir frío, blanco e inhóspito. Sin embargo, en las regiones más cercanas al Polo Norte un pueblo indígena ha perdurado a lo largo de los siglos a pesar de las duras condiciones climáticas, configurándose como el último pueblo indígena de Europa. Es el pueblo saami, habitante de Laponia, y portadores de una historia con toda la magia blanca del Norte.
La región de Laponia comprende desde el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la península de Kola, en Rusia, y es el hogar de 82 000 saamis, un pueblo indígena cuya antigüedad, aunque difícil de datar, se ha documentado en al menos 7 000 años a. C. según los arqueólogos. Orgulloso pueblo que se considera la primera población autóctona de Escandinavia, hoy reivindican su ancestral cultura basada en la pesca y la domesticación del reno. Esta última resulta sin duda la actividad más característica del pueblo saami, la cría y ganadería del reno, el único cérvido ungulado del planeta que ha sido domesticado por el hombre. Los secretos de este arte ancestral pasan de padres a hijos en la cultura saami, y aunque actualmente se calcula que solo el 10% de los habitantes de este pueblo se dedica a la vida nómada que exige el pastoreo de renos, este animal constituye sin duda una base importante de su cultura. Así lo atestiguan los tocados cornudos de sus chamanes, los tambores rituales, tiendas y vestimentas hechas de pieles y las numerosas representaciones pictóricas de este animal en los objetos cotidianos saami.
Sus chamanes son los responsables de cuidar y mantener las creencias saami, una religión que fue mayoritaria en su pueblo hasta el siglo XVIII a pesar de los intentos de conversión cristiana desde el siglo XIII y la intensificación en la Reforma Protestante. Hoy día la mayoría de los saamis se definen como cristianos protestantes de ramas luteranas en Noruega, Suecia y Finlandia, o de la rama ortodoxa en Rusia, pero aún mantienen buena parte de sus ritos y creencias saami ancestrales más domésticas y cotidianas.
La lengua saami es testigo del acoso sufrido por este pueblo. Presenta tres variantes: el lapón oriental, el lapón central y el lapón meridional; y se trata de una lengua emparentada con las lenguas fino-ugrias de Europa oriental y septentrional. Aunque entre finales del siglo XIX y principios del XX esta lengua fue víctima de un proceso de "norueguización", afortunadamente tras la Segunda Guerra Mundial recobró fuerza y hoy es uno de los rasgos distintivos del pueblo saami. Poco a poco, los saamis están logrando reivindicarse como un pueblo indígena tras siglos de rechazo. Incluso el nombre por el que son más conocidos internacionalmente, el de pueblo lapón, es un término peyorativo que proviene de la palabra escandinava lapp, que se entiende como "ropa de mendigo", "inculto" o "periférico", por lo que en la actualidad los medios de comunicación escandinavos han dejado en desuso y han optado por el término por el que este pueblo se ha referido a sí mismo en el pasado: saami.
En 1956 se creó el Consejo Nórdico de los saamis, y desde 1989 los saamis cuentan con su propio Parlamento, el Sameting, lo que ha ayudado a reforzar el reconocimiento lingüístico, cultural y legal del pueblo saami. El día 6 de febrero es el Día Nacional Sami, como conmemoración de la primera Conferencia Saami, que se celebra bajo el orgulloso ondear de la bandera saami adoptada en 1986 que reúne los llamados "colores saami" y cuyo motivo fue elegido del poema «Päiven parneh» («Hijos del sol»), escrito por el sacerdote Sami Anders Fjellner (1795-1876), donde se describe a los saami como «hijos e hijas del sol».
Estos hijos e hijas del sol mantienen una de las últimas poblaciones nómadas del mundo, con la especial peculiaridad de que lo hacen en el continente más industrializado y en algunos de los países más burgueses y progresistas del mismo, si no del mundo. Testigos de un tiempo ancestral de hielo, frío y glaciaciones, los saamis han perdurado durante miles de años manteniendo una cultura rica, un modo de vida duro pero puro y una religión propia y mística.
Escribir comentario