Por Alejandro García Vizcaya
El viaje siempre ha supuesto una evolución, un enriquecimiento personal en cualquier narración humana. No importa en qué cultura se cuente la historia, ni el personaje protagonista o los peligros a los que deba hacer frente. Siempre debía salir de su zona de confort para enfrentarse a retos y comenzar una aventura tras la cual jamás regresaría siendo el mismo que era cuando partió.
Joseph Campbell fue un mitógrafo estadounidense que en 1949 publicó El héroe de las mil caras, obra imprescindible para realizadores de películas o escritores de obras épicas o de aventuras. Lo interesante de la obra de Campbell reside en que trata el tema del viaje del héroe, el monomito o patrón narrativo que se ha encontrado en las leyendas populares de culturas por todo el globo, y que explica los ciclos similares interculturalmente por los que el héroe debe pasar en su aventura, manifestados como un viaje.
Las similitudes y coincidencias entre diversos mitos son continuas, incluyendo pasajes religiosos, leyendas, historias o incluso sueños populares en diferentes culturas y épocas. Pensemos en Frodo saliendo de la Comarca y cómo resiste la tentación del Anillo Único, de forma similar a como Jesucristo resiste en el desierto durante cuarenta días los susurros tentadores del Diablo según la Biblia. De igual forma, Momotaro, el héroe mítico Japonés, se enfrenta a los ogros con la ayuda de una grulla, un mono y un perro, tal y como Beowulf lo hace con Grendell y su madre con una espada mágica; y todos tras enfrentarse a un viaje para hacer frente a su enemigo o para llevar a cabo su misión personal.
Campbell se sirvió de los estudios del psicoanálisis y lo aplicó como método de aproximación, valiéndose del estudio de símbolos y arquetipos de Carl Gustav Jung, y así explicar las mitologías como una manifestación de la mente humana para representar y resolver dilemas intrínsecos de nuestra especie. En el caso particular del viaje como símbolo y reflejo mítico, este cuenta, según el autor, con doce pasos en los que el protagonista pasa por diferentes etapas de su ciclo heroico:
El héroe comienza su andadura en el mundo ordinario, su mundo normal en el que todo le resulta conocido y cotidiano, pero a continuación la llamada de la aventura en forma de desafío le lleva a salir de su zona de confort. Esto no resulta sencillo y el héroe, por miedo y humanidad, rechaza la llamada, para seguidamente recibir la ayuda de un mentor que le insta a aceptar la llamada y le prepara para su desafío. Este es el punto de no retorno, en el que el héroe atraviesa el primer umbral para dejar atrás el mundo ordinario en favor del mundo mágico, especial o diferente. En este nuevo entorno, totalmente desconocido, el héroe se enfrenta a pruebas, aliados y enemigos para aprender las reglas de este nuevo mundo, y consigue tener éxito ante tales dificultades. Sin embargo, pronto se le presenta una prueba difícil o traumática en la que el héroe se lo juega todo y cuya resolución es a vida o muerte, y quizás no logre superar en primera instancia, cayendo derrotado y sintiéndose vulgar, débil u ordinario. Sin embargo, con ayuda de ciertos elementos llega la resurrección del héroe, quien se sobrepone y vence empleando lo aprendido previamente, obteniendo una recompensa que le hace crecer y evolucionar de manera notable. El camino de vuelta marca el retorno al mundo ordinario que una vez dejó atrás, aunque ahora lo hace con un elixir, una sabiduría o una forma de ayuda en forma de recompensa con la que puede ayudar a todos en el mundo ordinario.
En este ciclo de aventuras y desventuras el viaje no es un medio para obtener un fin, una recompensa, sino que supone casi la recompensa misma, es parte de ella. Refleja no sólo la aventura de dejar atrás lo desconocido para conocer nuevas fronteras y horizontes, sino que también representa el medio para aprender, para llevar a cabo las lecciones aprendidas y se configura como una parte esencial de la acción heroica del héroe. Es más, el viaje lo impregna todo en estas narraciones, ya que no sólo se configura como un viaje físico por un espacio tangible, sino que en realidad el viaje más enriquecedor del héroe se produce en su interior, en su evolución personal de sus enseñanzas vitales.
Perseo, Beowulf, el rey Arturo, Mahoma, Jesucristo, Momotaro, Harry Potter, Frodo, etc. Todos son héroes que realizan un viaje y se enfrentan en él a dificultades que deben vencer. Todos son un reflejo de la naturaleza humana, y el viaje, una manifestación de la evolución vital. Es hora de comenzar la aventura.
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