INFORMACIÓN: Sendero Las Laderas, un camino con todo el encanto del otoño

Un cortijo tradicional encajado junto a una formación geológica. Foto: ©Alejandro García Vizcaya
Un cortijo tradicional encajado junto a una formación geológica. Foto: ©Alejandro García Vizcaya

Por Alejandro García Vizcaya

 

En el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla se encuentra el pueblo de Cazalla de la Sierra, famoso en otro tiempo por su anís, que era vendido incluso en la lejana La Habana. Hoy conserva muchos caminos y senderos que se pierden entre montes y bosques milenarios de encinas y alcornoques. El Sendero Las laderas, que discurre hasta el Molino del Corcho para retornar a Cazalla de la Sierra, es un recorrido lleno de contrastes, colores y magia.

 

El sol de noviembre es luminoso como su hermano de junio, pero su calor no se deja notar y actúa más tímidamente. Su luz impregna cada roca grisácea metamórfica asentada a la sombra de las encinas, cada brizna de hierba que sale al paso del errante senderista mientras es rumiada por caballos y ovejas a la vista de perros guardianes mastines que saludan ladrando y saltando. El caminar es acompañado por el crujir de los guijarros bajo las botas y el sonido de la fresca brisa otoñal que mece las copas de olivos de hojas oscuras. 

 

Un paseo por los contrastes

 

Las zonas de cultivo y los pastizales son sólo la primera etapa del sendero, que asciende lentamente por un camino en el que campesinos de respetable edad saludan amables y espontáneos al caminante. Entre cercas de pared de piedra que delimitan el campo como se hiciera antaño según sus usos como pastizales, huertos o cercas para el ganado. Poco después el monte mediterráneo natural muestra las indudables calvas fruto de su estado adehesado, cubierto aquí y allá de bosquejes de encinas a cuyos pies los cerdos, guarros o cochinos, cómo son llamados en el medio rural, se apiñan para alimentarse ruidosamente y crecer en volumen. 

 

Más adelante, cuando el camino ha ascendido todo lo necesario, y siguiendo un principio físico, cae. Aquí la temperatura desciende ligeramente a cada paso del camino, pues nos encontramos en la zona sombría del monte, y ahora ese sol tímido que antes sólo nos iluminaba lo recordamos como el sol más abrasador que hubiéramos deseado. Pero con más calor no habría humedad y sin ella, los numerosos arbustos frutales que el otoño nos regala no podrían saludarnos cargados de frutos rojos, azules y violáceos.  Descendiendo hacia la Rivera del Huéznar encontramos arbustos trepadores como las zarzaparrillas o las madreselvas, durillos y majuelos cuyas flores y frutos son un regalo para la vista y el paladar.  

 

Entorno natural, entorno único

En la lejanía, las formas geológicas fruto del levantamiento de placas tectónicas que dieron lugar a procesos metamórficos y, tras ellos, a estas laderas, quedan a la vista del caminante. Y es que el Parque Natural Sierra Norte se encuentra en el dominio geológico de Osa Morena, uno de en los cuales se divide el Macizo Hercínico de Sierra Morena. Lo común son las rocas metamórficas y los granitos, plegados en bandas dirección NO-SE con imponentes fracturas. En esta formación destacas las Capas de Campoallá, una unidad estratégica de rocas detríticas y carbonatadas, como pizarras, areniscas y calizas. Se suelen mostrar orgullosamente en estratos interpuestos de aspecto muy llamativo y observándose muy detalladamente la estratificación. Cada uno de estos materiales muestra una resistencia diferente a la erosión, por lo que en estas litologías los niveles pizarrosos quedan deprimidos respecto a los carbonatados. Este detalle no es nada más y nada menos que una representación a pequeña escala de la litología y formación de todo el paisaje, dónde los valles responden a las zonas de materiales más fácilmente erosionables.

 

Acompañando estos valles rocosos y bajo su abrazo, los cortijos tradicionales en los que habitaban las viejas familias dedicadas a la sana agricultura y la ganadería tradicional y respetuosa con el medio, hoy han quedado abandonadas ante el avance del "progreso". Pero aún se conservan en pie como segunda vivienda para familias camperas, que huyen de las grandes urbes en busca de oxígeno para cuerpo y mente, o ganadería ovina en especial. Estas construcciones están perfectamente diseñadas para soportar las condiciones, con muros densos que retienen el calor en invierno y el frescor en verano, y son un símbolo del patrimonio etnográfico de la zona y del compromiso entre el hombre y la naturaleza que le rodea. 

 

 

Finalmente, al llegar a la Rivera del Huéznar si somos realmente afortunados podremos saludar a nutrias y truchas que tienen aquí su hábitat natural. Las aguas claras y cristalinas suponen una parada de reparo obligatoria para los pies del senderista, que quedará recuperado tanto en cuerpo como en alma por la paz que se disfruta en este entorno tan aislado, tan cuidado y conservado. La marcha se hará dura por abandonar tan encantador paraje, pero pasar bajo el Puente del Castillejo para retornar a Cazalla de la Sierra por el antiguo camino de la estación ferroviaria lo hará mucho más llevadero, tanto así con el embriagador aroma de mejoranas, oréganos, tomillos o jazmines silvestres. Finalmente, la vuelta a la civilización queda señalada por el retorno a los cultivos, a las viñas y huertas frutales.

 

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