Por Ana Rodríguez
El Casino de la Exposición de 1929 de Sevilla acoge desde el 15 de octubre hasta el próximo 10 de enero la exposición “Marismas: Atín Aya y La isla mínima”, que muestra la serie fotográfica que Atín Aya realizó de las Marismas del Guadalquivir entre 1991 y 1996, y en la que el director de la película “La isla mínima”, Alberto Rodríguez, se inspiró para rodar su thriller. El horario de visitas es de martes a domingo de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:30.
Atín Aya (1955-2007) fue un sevillano amante de la fotografía. Tras estudiar Ciencias Sociales y Psicología, decidió formarse en la que era su verdadera pasión y comenzar así su aventura profesional. Comenzó en el mundo de la fotografía en la sección de archivos y laboratorios de la agencia Cover en Madrid gracias a su maestro Jordi Socias. En 1982 regresó a Sevilla y trabajó como reportero gráfico para ABC y Diario 16 Andalucía.
Fue fotógrafo oficial de la sede sevillana de la Universidad Menéndez y Pelayo. Retrató a la mayoría de los pintores sevillanos de vanguardia. Formó parte del equipo de fotógrafos de la Sociedad Estatal para la Exposición Universal de 1992. Sus instantáneas fueron expuestas en Madrid, Barcelona, Sevilla y Nueva York. Recibió el Primer Premio de Fotopress en 1990 en la sección de Cultura y Espectáculos, y recibió una beca de la Fundación La Caixa con la que pudo completar esta serie de fotografías del Bajo Guadalquivir.
Atín llegó hasta aquellos inhóspitos parajes gracias al afán por recorrer kilómetros con su nueva motocicleta. Buscando hacer sus rutas cada vez más largas descubrió aquellos caminos sin fin, esos paisajes crepusculares que desde el primer momento le inquietaron. Lo que más le sorprendió fue el silencio, y se preguntó por sus gentes, por las personas que vivían allí, entre aquellas aguas inmóviles sobre las que parecía que se detenía el tiempo.
Recorrió las tres islas que forman los brazos del río Guadalquivir: Isla Mayor, Isla Menor e Isla Mínima, buscando sus poblados y observando y capturando al detalle la vida que llevan sus gentes. Una vida aparentemente serena, anclada en el pasado que poco ve de los avances de la sociedad, unos años 90 sumidos en la época de los 70.
Las fotos de Atín están invadidas de silencio, pero es un silencio roto por la dureza de sus miradas que nos transmiten voces de cansancio y del hastío infinito de las marismas. Son fotos sin teatralidad, fotos sinceras, crudas, toscas, que te hipnotizan y te obligan a seguir analizando cada detalle de las pieles arrugadas, los ropajes desfasados o intentando diferenciar cielo y tierra en esa planitud espacial.
Esos detalles son los que interesaron a Alberto Rodríguez, director de la película, y Álex Catalá, director de fotografía de la misma, cuando asistieron en el año 2000 a la exposición de ésta serie de fotografías. “Esta idea de gente anclada en un tiempo pasado, fue la que inspiró a escribir un western, un thriller político sobre la transición española”, como se explica en la propia exposición. Han querido crear un mundo paralelo a las fotos de Atín y, como homenaje y muestra de su inspiración, aparecen recreaciones de sus fotos en varias escenas de la película.
Fragmentos del guión, fotos y palabras de Atín Aya, escenas del paisaje y el paisanaje de las Marismas plasmadas en la película, y una interacción audiovisual entre todas ellas es lo que recoge la exposición dividida en tres bloques, acompañada de la banda sonora original que te sume en una atmósfera envolvente.
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