Por Mariano Belenguer
El verano es la época más propicia para observar la diversidad de la fauna turística. Las hordas de desplazados por placer, supuestamente para descansar, relajarse y conocer nuevos lugares es tan variopinta que resulta tan entretenido como para un ornitólogo visitar la selvas amazónicas.De todas las especies de turistas, últimamente hay una que me resulta especialmente patética. Es la que podíamos denominar como el “el viajero auto selfie”.
Para que haya surgido este personaje ha hecho falta la confluencia de varias circunstancias en el transcurso de los últimos años. La primera de ellas fue la eclosión de los blogs de viajes en internet; la segunda, la paulatina sustitución de la cámara fotográfica por las cámaras integradas de los smartphone.
Pero ambos factores no fueron más que los elementos tecnológicos que surgieron en un entorno social favorable para el nacimiento de este prototipo turístico. El terreno abonado lo configura la sociedad opulenta occidental que ha convertido el viaje en una especie de necesidad dentro de la cultura del ocio; en un elemento de consumo más, y por supuesto, indispensable como signo de estatus, prestigio, notoriedad e incluso de normalidad.
Hasta tal punto es así que la persona que no viaja –pobrecita-- es que o no puede, o es un bicho raro. Todos comprobamos como proliferan los coleccionistas de viajes con la obsesiva inquietud de mostrar de forma compulsiva los múltiples países que han recorrido para manifestar lo grandes que son (ellos y ellas, no los países). Como si su inteligencia, su grandeza, su mérito o su valor dependiera del número de kilómetros recorridos.
El siguiente ingrediente sociológico para configurar la especie del “viajero auto selfie”, no es de reciente aparición, aunque sí de una gran proliferación en los últimos tiempos. Me refiero el fenómeno de la egolatría viajera: el “yo/mi/me/conmigo”. Consiste en que el viajero/turista se convierte en el centro exclusivo y único de su viaje.
Este tipo de turista o viajero infantilizado lo único que ve durante su viaje es a sí mismo en diferentes entornos geográficos. Su obsesión es fotografíarse él y sus acompañantes , con diferentes fondos o acompañado de lugareños exóticos. El objetivo final, demostar que estuvo allí. Lo demás es secundario, y, por supuesto, enterarse de las realidades de los lugares visitados es lo de menos…lo importante es lo que a él o ella le pasó: yo, mi, me, conmigo…
Para completar el perfil de este “viajero” faltaba un pequeño utensilio, el brazo articulado para enganchar el móvil “inteligente” . El no va más. Equipaje completo.
Así fue como me encontré no hace mucho a un representante de esta especie en la localidad que supuestamente visitaba . Se trataba de un joven, cuya nacionalidad no quiero decir para que ningún estado de los "tecnológicamente desarrollados" se sienta ofendido, pero que podía ser de cualquiera de ellos. Iba caminando con su smartphone enganchado, haciendo un “autovideo” y grabando sus “autopalabras”. Con una “autoestupidez” supina, se iba encaminando -en una calle sin ningún interés monumental- a su fatal desenlace: el peligroso bordillo de una acera. Se veía venir… como estos viajeros sólo se miran a sí mismos, tropezó y su micro-equipo multimedia se fue al traste con él.
Seguro que a la vuelta lo colgó en su blog como una anécdota interesante para añadir a la colección y puede que
piense que sus vivencias y experiencias hayan aumentado y enriquecido su talento. Seguro que opina y escribe en
el blog que los viajes aportan un gran desarrollo personal, porque lo ha escuchado por algún sitio y lo ha vivido
personalmente. Los hay incluso, que se sienten periodistas y que escriben libros de viajes con la filosofía auto
selfie. Es decir, contando solamente lo que a ellos les pasa, nunca los que les ocurre a los habitantes de los lugares visitados.
Lo más inteligente de toda la escena, el móvil, quedó para el arrastre.
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Pilar Lora (viernes, 28 agosto 2015 10:49)
Muy acertado tu artículo, y es especialmente patético cuando el fenómeno ocurre en al ámbito del periodismo de viajes. El auto selfie también se ha filtrado en muchos programas viajeros de televisión. No hay más que comparar los antiguos programas de viajes y aventuras y las bazofias que hacen ahora en las televisiones, diciendo sandeces, con los presentadores chupando cámara constantemente y sin profundizar en nada. El auto selfie periodístico también está, lamentablemente, en auge. Prefiero no decir nombres para no molestar a nadie. Saludos.
Ricardo Senespleda (sábado, 29 agosto 2015 12:14)
Qué razón tenéis. Veo a mucha gente, en los museos que permiten hacer fotos, que en lugar de observar los cuadros y las obras de arte con detalle, se colocan de espaldas a la pintura para hacerse la foto con la obra al fondo. Y luego pasan de largo. ¡Ridículo vamos!