Por SINC
Valles, terrenos al aire libre y llanos, y sobre todo las cuevas hacen de la Sierra de Atapuerca (Burgos) un lugar único, en el que habitaron al menos cuatro especies de homínidos y otros
animales como el ciervo gigante, el jaguar europeo o el oso de las cavernas. Para entender cómo se creó este hábitat de gran valor paleontológico, un equipo del CENIEH ha logrado mapear la
evolución del paisaje.
Situada al noreste de la cuenca del Duero en la provincia de Burgos, la Sierra de Atapuerca está compuesta por una pequeña colina con una cota máxima de 1.085 metros sobre el nivel del mar y está formada por arenas, calizas y areniscas de origen marino que datan de hace entre 80 y 100 millones de años.
La zona, cuyo complejo arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2000, se caracteriza por una serie de cavidades, que se alternan con zonas al aire libre y cuya formación se remonta a hace más de dos millones de años.
Para caracterizar en detalle esta área, donde se han encontrado numerosos restos humanos de Homo sp., Homo antecessor, Homo heidelbergensis y Homo sapiens, y animales como el tigre dientes de sable y el rinoceronte etrusco que datan de hace miles de años, dos investigadores del Centro Nacional de la Evolución Humana (CENIEH) han creado un mapa geomorfológico.
“El mapa engloba la Sierra de Atapuerca y su entorno, con el fin de ilustrar la formación de los yacimientos arqueológicos de esta zona y el sistema de cavidades donde se encuentra”, detalla a Sinc Alfonso Benito-Calvo, autor principal de un estudio publicado en Journal of Maps.
El plano, que cubre 207 km2, contiene información sobre el sustrato geológico, pero especialmente sobre las formas del terreno que han definido la evolución del relieve en la Sierra de Atapuerca
durante el periodo Cuaternario, hace unos dos millones de años.
Las terrazas fluviales que influyeron en el paisaje
Según el estudio, estas formas características de este terreno burgalés corresponden principalmente a niveles de erosión formados durante el Neógeno (hace entre 23 y 2,5 millones de años), cuando la cuenca del Duero estaba cerrada y no desembocaba en el océano Atlántico.
Durante el Cuaternario, se formaron terrazas fluviales cuando la cuenca del Duero se abrió al océano Atlántico y que también influyeron en el paisaje actual. De hecho, es en ese momento cuando “empezaron a formarse los valles fluviales que conocemos en la actualidad, como el valle del río Arlanzón”, dice Benito-Calvo.
El mapa recoge la formación de los valles que se desarrolló en 14 etapas (14 terrazas fluviales que indican los niveles freáticos). “Los ríos de las etapas más antiguas fueron los responsables de la disolución de las calizas en la Sierra de Atapuerca y la formación de las cavidades donde se encuentran los yacimientos”, apunta el experto.
Las cuevas, que pueden alcanzar decenas de metros de profundidad y que están –la mayoría– abiertas al exterior, se crearon por los niveles freáticos antiguos que el río Arlanzón generaba en las calizas de la Sierra. “Al cartografiar las terrazas fluviales se puede definir el número de niveles freáticos y relacionarlos con la formación de los sistemas de cuevas”, puntualiza el investigador.
El mapa ha sido elaborado a partir de Modelos Digitales de Elevaciones LiDAR (disponibles en el Centro Nacional de Información Geográfica y la Infraestructura de Datos Espaciales de Castilla y
León) y programas informáticos llamados Sistemas de Información Geográfica (SIG).
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