Por Mariano Belenguer
Algunos mensajes publicitarios resultan especialmente indignantes, y más todavía en tiempos de crisis económicas. En fechas señaladas y especialmente diseñadas para el consumo compulsivo, ya sean navidades, días de padres y madres, enamorados, etc… no faltan anuncios de este tipo. Recuerdo uno en concreto que me resultó irritante por su directa referencia al mundo de los viajes y los viajeros. Se trataba del anuncio de un reloj para “worldclass travelers”, es decir, para viajeros “de excelencia”.
El anuncio en concreto ocupaba toda una página de un periódico nacional y no le faltaba detalle –como suele ocurrir con todos los anuncios sutilmente estudiados- Presentaba a un futbolista famoso en un plano medio con un avión de fondo en un aeropuerto internacional. El futbolista --todo un emblema del éxito fácil convertido en símbolo glamuroso gracias a pegarle patadas con acierto a una pelota-- aparecía disfrazado de viajero tipo Indiana Jones moderno.
Con chupa de cuero al hombro y barba de dos días mostraba en su muñeca lo que le convertía en un “viajero de excelencia”: un reloj “worldclass”. Anillo de casado en su dedo y tatuaje en la mano añadían un toque de conservadurismo y modernidad a la vez, para poder llegar a todos los públicos –adinerados, por supuesto-.
A esta imagen, cargada de connotaciones elitistas, se le añadían los elementos más denotativos; un detalle del extraordinario reloj en primer plano y un texto que decía frases como:
“El mundo como horizonte…/…la perfección como excelencia…/…leyenda y hazaña…/… el reloj de viaje como excelencia…/…hora universal que permite leer permanentemente la hora en los 24 husos horarios…/…confort y elegancia para viajes de primera clase…”
En letra pequeña un diminuto detalle sin importancia, el precio: ¡10.000 Euros!
El viajero “de excelencia” a quien iba dirigido este anuncio dista mucho de lo que entendemos por un excelente viajero. El buen viajero, el excelente viajero o viajera es el que viaja por el mundo sin alardear de sofisticados relojes, collares de perlas o pendientes de diamantes, sino todo lo contrario.
El buen viajero es el que viaja discretamente, el que sabe observar, el que se percata de su entorno, el que ayuda y es capaz de integrarse entre sus pobladores , el que denuncia a la vuelta, el que se indigna con lo que pasa a su alrededor. El viajero excelente no “de excelencia” sabe que con el precio de un reloj de este tipo se puede llenar un contenedor de herramientas, medicamentos u otras necesidades útiles para cualquier país de la mayoría del mundo.
Un viajero excelente se compra un reloj corriente y el cálculo de los husos horarios los hace rápidamente “de cabeza”. A un buen viajero no se le ocurre comprarse un reloj de 10.000 euros para ser un viajero “de excelencia”. A estos últimos, los worldclass travelers, el único destino que se nos ocurre sugerirles es que se vayan a la mierda.
Escribir comentario