Por Mariano Belenguer
En tiempos pasados muchos viajeros y viajeras que se adentraban en los recónditos lugares inexplorados del planeta se consideraban héroes cuyas hazañas eran divulgadas a través de conferencias, artículos, libros… Después de su muerte, o incluso todavía en vida, muchos pasaron a engrosar las filas de los grandes aventureros. La historia de los viajes y las exploraciones está repleta de nombres cuyos periplos se recogen en una abundante bibliografía. Pero hoy el verdadero héroe viajero y aventurero es un ser anónimo.
La historia de los viajes y las expediciones ha ido configurando diferentes estereotipos de viajeros pero el más frecuente ha sido el prototipo idealizado por la fusión de tres conceptos a modo de un “trinomio”: VIAJE, AVENTURA Y HÉROE. Esta percepción tuvo su máximo auge en el siglo XIX, de la mano del romanticismo.
El viajero/a-aventurero/a-héroe/heroína se mostraba como un ser excepcional. Este trinomio se ha retroalimentado y recreado constantemente a lo largo de la historia y ha llegado a nuestra época a través de diferentes manifestaciones culturales como la literatura, el cómic, el cine o la publicidad. Con frecuencia el viaje aparece como el contexto ideal en el que se mueve el héroe o la heroína protagonista para vivir su aventura. Tenemos miles de ejemplos desde las novelas de caballerías hasta los consagrados personajes del cine, modelo Indiana Jones o Lara Croff.
Pero la realidad de ese trinomio se hizo añicos hace mucho tiempo. Poco a poco fueron desapareciendo los espacios inexplorados y con ellos la figura profesional del explorador. Al mismo tiempo, desde principios del siglo XX, fue desarrollándose el turismo masivo, como industria. El viajero se vio desplazado por el turista y comenzó a surgir la polémica, la dicotomía entre el turista y el viajero. Una polémica que ha generado mucha tinta entre los estudiosos de la antropología y la sociología del turismo. No hay más que recordar el simpático y recomendable libro de Jean Didier Urbain titulado El idiota que viaja.
Pero, la sociedad occidental en su –ahora frágil- opulencia y sus rutinas parece que se resiste a perder esa figura, y la recreación de esa fusión entre el viaje, el aventurero y el héroe se ha convertido en un mito que se maneja constantemente en diferentes entornos viajeros como un producto de consumo.
En ese intento de aproximación al mito son miles las agencias de viajes que juegan con este concepto e invitan al turista “alternativo” a hacer un viaje recreando el trinomio Viaje –Aventura – Héroe. También son miles y miles las personas que conscientes de la comercialización de mito lo intentan por su cuenta. Así cada día son más frecuentes los aventureros que se patean el mundo, ya sea solos o en familia; los que intentan hazañas cada vez mas inverosímiles; los que atraviesan desiertos en bicicleta, los que dejan el trabajo (o el trabajo les deja a ellos) y se dan unas cuantas vueltas al mundo sin un duro; los que surcan los mares en diferentes modelos de naves y veleros; los que atraviesan la selvas en chancletas; los que suben y bajan las cimas, cruzan los polos, recorren los grandes ríos en canoas… son miles y miles, tantos que, por lo general, pasan ya desapercibidos.
En su intento por dar a conocer sus viajes abren sus blogs personales para contar sus hazañas y aventuras bien ilustradas con abundantes fotos. La red está plagada de millones de blogs de viajeros que intentan posicionarse en la red para darse a conocer y trasmitir sus vivencias.
El problema es que entre tantos miles de aventureros/ expedicionarios/ viajeros/ turistas/ excursionistas/ etcétera –todos con sus respectivos blogs- generan tal proliferación en la red que todos ellos quedan camuflados como gotas de agua en un océano, ahogados en su propia inmensidad.
Los románticos herederos de los grandes expedicionarios de antaño, que intentan aferrase al mito -lo queramos o no- son hoy victimas de la masificación turística, sombras del mito. Viajar ha dejado de ser algo original para convertirse en una actividad más, corriente, habitual, poco extraordinaria y vinculada al ocio del mundo occidental desarrollado. Pero para otros muchos el viaje se ha convertido en algo dramáticamente necesario. Los verdaderos viajeros de hoy, aventureros y héroes anónimos, tal vez haya que buscarlos entre los espaldas mojadas de la frontera mexicana, entre los ahogados del Estrecho o los que se quedan enganchados en las alambradas con su carnes y sus esperanzas rasgadas entre las asesinas cuchillas de las “concertinas”. En un desalmado mundo, roto y fraccionado por injustas fronteras, ellas y ellos son los que poseen el verdadero coraje de los héroes viajeros de antaño, los verdaderos herederos del mito.
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Ana ROSA (domingo, 07 diciembre 2014 08:50)
Buenísimo articulo. Gracias.