Por Ana Blanco
En qué momento se pierde la historia, se pierde el pasado. En qué momento nos olvidamos del sufrimiento que vivió un pueblo que se vio obligado a convivir durante años separados de sus familiares y amigos. Cuántas familias se rompieron. Cuántos llantos y cuántos muertos a la espalda por ansias de libertad. Cuántos intentos por destrozar un muro que dividió a todo un país. Y cuántas voces se unen hoy para evitar que se pierda uno de los patrimonios más grandes de la ciudad, el Muro de Berlín.
Nos remontamos al 13 de Agosto de 1961 cuando la República Democrática Alemana levantaba un muro para dividir el país, hasta el año 1989. Más de 45 kilómetros partían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros separaban la parte Occidental de la ciudad del territorio de la RDA.
Este muro, también conocido como Berliner Mauer, sirvió para impedir la emigración masiva que marcó a Alemania del Este y al bloque comunista durante el período posterior a la segunda Guerra Mundial. Muchas personas perdieron sus vidas al intentar atravesarlo debido a la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA cuando se dirigían al sector Occidental.
Veinte años después de abrir ese paso fronterizo, solo quedan algunos restos de esta construcción. La caída del comunismo en el este de Alemania en 1989 supuso el fin del muro. Solo algunos tramos quedaron en pie como recuerdo de un pasado histórico.
Esto hizo que el muro en Mühlenstraβe se transformara en una especie de galería de arte al aire libre, ya que los viandantes no paraban de dejar sus mensajes en las paredes que separaban la ciudad. Ya en 1990, una serie de artistas de todo el mundo se dieron cita en Berlín para pintar el muro simbolizando la unión de la Alemania Comunista y la Alemania Capitalista.
Desde entonces, este tramo que se conserva desde sus inicios tomó el nombre de East Side Gallery. Cientos de mensajes inundan el muro. Algunas de sus pinturas que se han hecho famosas como es el dibujo del líder ruso Leonid Brézhney besando a Erich Honecker, líder de la República Democrática Alemana, de Dmitri Vrúbel, o el coche atravesando el muro entre otros.
En la actualidad, lo que queda del Muro de Berlín, ese Berliner Mauer como lo llaman los alemanes, se encuentra en peligro. Los responsables no son otros que Living Bauhaus, una promotora encargada de llevar a cabo la construcción de 36 viviendas de lujo, ocupando un espacio de 6.000 metros cuadrados y 63 metros de altura.
Estas construcciones a orillas del Spree y con vistas a Alexanderplatz, ha movilizado a toda una ciudad con motivo del derrumbe del East Side Gallery. A pesar de las peticiones de los colectivos, las manifestaciones llevadas a cabo, o las firmas recogidas en internet a través de la plataforma change.org, no han servido de mucho.
Por un momento, los manifestantes consiguieron parar las maquinarias presentes que se encontraban preparadas para arrancar las primeras piezas de hormigón del muro. Pero finalmente, tras la protección de 250 policías, la promotora ha conseguido lo que estaba buscando, procediendo a retirar cuatro fragmentos de 1,2 metros de ancho. El gerente y propietario, Maik Uwe Hinkel, ha asegurado que las piezas retiradas se volverán a colocar una vez que finalicen las obras, con posibilidad de ser emplazadas en otro lugar.
Con motivo del vigésimo aniversario del muro, los dibujos fueron restaurados, ya que al estar pintados sobre paredes de hormigón de aquella época se dererioran con facilidad.
Muchos apuntan que la construcción no es más que una excusa para retirar parte del muro por motivos políticos. Pero por muchas excusas que haya, el patrimonio cultural de un país ha de conservarse porque guardan parte de la historia.
El patrimonio cultural de un país habla sin palabras. Que menos que ese Muro permanezca libre, como testimonio de la Historia, a orillas del Spree.
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