INFORMACIÓN: El Titanic atraca en el Pabellón de la Navegación de Sevilla

La Torre Shindler coronando el Pabellón de Navegación y anunciando la exposición Titanic. © Foto: Carmen Ortiz Claro
La Torre Shindler coronando el Pabellón de Navegación y anunciando la exposición Titanic. © Foto: Carmen Ortiz Claro

Por Carmen Ortiz

 

La torre Schindler se levanta ante el río Guadalquivir, en Sevilla, altiva y serena como una vela abierta reflotando voces e historias que el hundimiento del Titanic acalló y es que el Pabellón de Navegación alberga en estos días y hasta el próximo mes de abril la exposición Titanic, una muestra que, tras navegar por medio mundo, invita ahora a los sevillanos

a embarcarse en ella.

Titanic es una exposición que envuelve y que te introduce, a través de sus diferentes salas, en la historia de uno de los barcos más famosos jamás conocido. Describe al visitante toda su historia, desde la gestación del proyecto hasta los restos actuales que descansan en el fondo del Océano Atlántico.

 

Lo hace gracias a los más de doscientos objetos orginales que rescatan la historia del Titanic de lo abstracto, poniéndole rostro a la tragedia que aún hoy sigue conmocionando a personas de todo el mundo. 

 

Es una exposición para ser disfrutada a través de los sentidos. A lo largo de su recorrido podremos escuchar sus chimeneas, las voces de sus protagonistas o su telégrafo incesante pidiendo ayuda en la noche del 14 de abril de 1912. También podremos palpar y sentir el frío de las aguas heladas del Atlántico u olfatear el olor a madera recién pintada mientras paseamos por sus pasillos y casi podemos saborear los deliciosos manjares de su carta en la lujosa vajilla de la White Start Line.

 

Pero si los objetos nos dibujan la historia del Titanic, son sus protagonistas con sus acciones quien nos la narra. Historias que nos hablan de cobardía como la del empresario y Director general de la compañía White Start Line, Bruce Ismay, que fue uno de los primeros en abandonar el barco en los botes salvavidas; de valentía y profesionalidad como los miembros de la banda que entonaban la última canción «Nearer, my God, to thee», mientras el barco se hundía; frialdad, como la de uno de los pasajeros de primera clase que al poco tiempo de haberse montado en un bote salvavidas se echó a dormir ignorando el hundimiento del barco; de fidelidad y amor tal y como nos demuestra el matrimonio Strauss, propietario de los grandes almacenes Macy´s, que tras negarse él a subirse en uno de los botes, su mujer decidió acompañarle en su destino.  También lunas de miel que no vieron el amanecer, como el caso del joven matrimonio español Peñasco, en la que él perdió la vida.

 

En esta exposición tampoco faltan anécdotas de superstición y misterio como las luces en el mar que muchos supervivientes aseguraron ver, que se alejaban en el horizonte; o las extrañas premoniciones que, según cuenta la leyenda, auguraban algunos pasajeros.

 

No obstante el principal discurso que se saca del hundimiento del Titanic, más allá del puro comportamiento humano, es el de la humildad que debe poseer el hombre frente a la naturaleza. El Titán sobre el mar, el barco insumergible, el que no necesitaba botes salvavidas y no aminoró su velocidad, arrebató la vida a más de mil quinientas personas y acabó como chatarra a más de cuatro mil metros bajo el mar. Todo un monumento sumergido dedicado a la soberbia del ser humano.

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