Por Javi Domínguez
Tengo una propuesta. Es un programa televisivo. Consiste en introducir los hábitos de una tribu desconocida para la sociedad española y realizar un documental sobre ella. Ahí no acaba la cosa. Buscaremos a unas familias que estén dispuestas a apartar su tediosa vida por unas semanas y quieran compartir vivencias con esta cultura.
Perdona Javi. Ya está inventado.
Apelando a una aventura que cambiará sus vidas, tres familias intentarán adaptarse a unas tribus para conseguir un gran premio, metálico claro. La idea del programa puede resultar exótica para los más de dos millones de españoles de media que siguieron esta incursión cultural en su primera temporada. Incluso habrá otros miles que crean que están ante una fuente de conocimiento.
Este docu-reality, como es denominado, que ha echado abajo todas mis expectativas comerciales vuelve hoy a las pantallas de la cadena televisiva Cuatro.
Perdidos en la tribu nos ofrece las costumbres culturales de los Hamer, los Kamoro y la de los Nakulamen –me encanta este último nombre– en el primetime de la noche dominguera. Nada más lejos de la realidad, el programa trivializa con estas culturas, las utiliza para darnos un vago reflejo de lo que es la cotidianidad en una de estas tribus. “Extraños rituales” y “entorno particularmente hostil” son algunos de los ejemplos que se pueden leer en la descripción del programa que no se olvida de su ración etnocéntrica, “una desagradable dieta diaria”. Me pregunto a qué ritos extraños se referirán. Quizás los concursantes no estén muy acostumbrados a las larvas o a la sangre de toro.
Esperemos que les vaya bien por Etiopía o por Vanatu. Seguro que sí. Cuatro es experta en recorrer mundo, en llegar a Pekín con un euro al día o en aconsejar qué hacer cuando eres el último que sobrevive. Yo aprovecharé para hacer algo útil y apagaré la televisión.
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